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viernes, 31 de agosto de 2018

31 de Agosto de 1917. La muerte del Indio Alonso “como dijo mi tío Isaac Murguía, ¡chingue a su madre el miedo!” Ramona Murguía… COLIMA, COL- Una noche de julio de 1917, en los delirios de la fiebre, Ramona Murguía Arias, una quinceañera que estaba a punto de casarse, soñó que veía al guerrillero villista Vicente El Indio Alonso al borde de su cama invitándola a irse con él. Debido a la fama del temible hombre al que se le atribuían múltiples actos de bandolerismo en la región, la joven quien vivía con sus padres en un rancho del municipio de Zapotitlán, Jalisco amaneció preocupada y pensativa Muy pronto su premonición se hizo realidad. Dos días después, El Indio, acompañado de varios hombres, irrumpió en la casa de Ramona y se la llevó por la fuerza La muchacha sólo alcanzó a gritarle: “Pues me va a llevar, viejo desgraciado, pero sepa que con la vida me va a pagar”. Durante varios meses la joven acompañó al guerrillero en sus correrías por los cerros del norte de Colima y sur de Jalisco; con el tiempo se ganó la confianza de Alonso, quien le asignó la tarea de limpiar diariamente las armas y abastecerlo de parque durante los combates con las tropas federales El 31 de agosto de 1917, día en que cumplía 16 años de edad, se le presentó a Ramona la oportunidad de cumplir su amenaza y liberarse del hombre que la había raptado y frustrado sus planes de boda. Uno de los asistentes del Indio le dijo a Ramona que era necesario matarlo, pues cuando los soldados lo acorralaran éste no iba a permitir que ella quedara con vida La mujer le disparó a Alonso mientras estaba sentado en una piedra tomando el sol Su cómplice le cortó la cabeza y, después de varios días de camino en mula, ambos la entregaron en el palacio de gobierno de Colima La leyenda Antes de levantarse en armas acompañado de un grupo de jóvenes que no rebasaban los 18 años de edad, El Indio Alonso había pertenecido al Ejército Con el correr del tiempo su fama creció y se convirtió en el rebelde más temido de su época por parte de las fuerzas federales, ganaderos y hacendados El personaje, alrededor del cual se tejían historias fantásticas al atribuírsele la capacidad de convertirse en animal para huir del enemigo, se ha transformado en una leyenda que hasta la fecha mantiene viva su memoria. Ramona Murguía le contó a Roberto Urzúa que una ocasión, cuando acompañaba a Alonso y sus hombres rumbo a la hacienda La Herradura, se toparon de repente con las tropas federales y entonces ocurrió algo que la hizo pensar que todos ellos eran hechiceros. “Alonso hizo a su gente así para un lado del camino, hacia una organera, y les dijo que nadie se moviera, todos lo obedecían muy bien y de repente ¿sabe lo que vi?, sólo una manada de chivos a mi alrededor, unos chivotes hasta con los cuernos retorcidos; todos comiendo por aquí y por allá, y una chiva con ubrotas; ni un solo chivo chiquito Pasó el gobierno y como si nada, no nos vio Vuelvo a decirle que ese hombre no era cosa buena”. La mujer describió también el papel que ella desempeñaba durante los combates del Indio Alonso: “Cuando peleábamos afortinados, yo me sentaba por un lado de Alonso y me ponía a cargarle los rifles de repuesto; sobre una cobija extendida en el suelo se vaciaban los costalillos de parque y ahí me acomodaba yo Cuando él acababa de disparar un rifle, yo le empujaba otro cargado. “El Indio siempre peleaba a ojo, es decir, apuntando muy bien al contrario y no desviaba la mirada ni cuando agarraba la otra arma, de modo que al dársela tenía yo que ponerla al buen alcance de su mano; así quería que aprendiera Cuando no hacía bien y rápido mi trabajo, me amenazaba con matarme con el último tiro que le quedara si perdíamos el combate”. Pero esa no fue la única vez que la amenazó, pues en otra ocasión quiso matarla porque en una de sus ausencias le quemó unos libros de hechicería Con frecuencia le disparaba a los pies porque no quería cantar o por no quedarse callada Una vez en que él fue herido, la hirió también en una pierna, enojado porque desde el otro lado de la trinchera los soldados gritaron que la rescatarían como lo habían hecho con una maestra que El Indio había raptado anteriormente “Más vale llorarte entre cuatro velas que verte en manos ajenas”, le advirtió el guerrillero Un razonamiento similar había usado meses antes el propio padre de Ramona cuando enfrentó a Alonso y sus hombres mientras se llevaban a la joven “Después supe que mi papá me disparaba a mí directamente, pues decía que prefería levantarme muerta a que me llevara esa gente”, contó Ramona Murguía cuando ya era una anciana. Así, con la vida amenazada desde varios frentes y pendiendo de un hilo su existencia, la mujer buscó y encontró el momento propicio para liberarse de su captor Con frecuencia oía decir al Indio con voz tipluda: “A mí no me lo mata el gobierno; a mí me lo va a matar alguien de mi consideración” Y así fue Según el testimonio de Ramona, fue Esteban García, un auxiliar de Alonso, quien le propuso asesinarlo Le dijo que ya no tenía escapatoria, que el gobierno había puesto precio a su cabeza y de todas maneras lo iban a matar, pero antes el Indio acabaría con ella. “Aunque Esteban me lo propuso, diría Ramona muchos años después, yo siempre estuve dispuesta a matarlo, por eso acepté rápidamente Si hubiera sido mi esposo, yo aquí vivo y muero con él; pero no tenía por qué cuidarlo, ni preocuparme por él Para mí era un criminal que me había perjudicado, que me había quitado el bien que yo tenía, así que yo no podía más que odiarlo” Al día siguiente de que aceptó matarlo empezó a cargar los rifles, como era su obligación y decidió que era su oportunidad, pues Alonso estaba sentado adelante de ella contemplando la serranía. “En ese momento no sé por qué me acordé de un tío que yo tenía, muy mal hablado, hermano de mi papá; tomé el rifle que acababa de cargar, me le acerqué así como a dos metros y pensé o murmuré muy bajito: “como dijo mi tío Isaac Murguía, ¡chingue a su madre el miedo!”, y lo agarré cortito, cortito, le entró el tiro aquí por atrás y le salió por acá, por una sien; fue todo Luego no supe lo que pasó, no sé lo que sentí en las manos, algo así como un golpe frío y muy fuerte, y aventé el arma al suelo”. En los días posteriores, Ramona y dos de los hombres de Alonso realizaron un recorrido de dos días en mula para entregar la cabeza del muerto en el palacio de gobierno de Colima, donde fue exhibida varios días La joven no aceptó la recompensa que ofrecía el gobierno por la cabeza del guerrillero y, posteriormente, se fue del país ante el riesgo que corría su vida, pues algunos seguidores de Alonso pretendían vengar a su jefe. No obstante, después hubo versiones encontradas sobre la forma en que ocurrieron los hechos y algunas atribuían la muerte del guerrillero a sus propios hombres, y a la joven le concedían a lo mucho el papel de cómplice. La noticia fue publicada en la primera plana de la edición 173 del periódico Excélsior, en septiembre de 1917, donde se informó que Alonso “durante siete años fue el azote de la región”, por lo que “la muerte de este bandolero ha llenado de gozo a todos los habitantes del estado de Colima”. En el parte militar enviado al presidente Venustiano Carranza se omitió el nombre de Ramona y la muerte de Alonso fue atribuida a sus hombres Esteban García y Guadalupe Murguía A juicio de Roberto Urzúa estuvo “más que justificado el escamoteo de la noticia, pues tratándose del honor de aquel ejército, constituiría tremenda imprudencia militar propagar que aquel ‘bandido’ que ‘fue el azote por siete años de todas las rancherías de este estado’ y que no había podido ser vencido por las fuerzas federales ni por la rurales, ni siquiera ofreciendo dinero para que lo traicionaran, había sido ultimado por una jovencita”. Ramona Murguía murió soltera en Zapotitlán de Vadillo, Jalisco, el 12 de septiembre de 1986, en la misma región en la que 69 años atrás fuera raptada por el guerrillero. *Roberto Urzúa. Ha publicado, entre otras obras, El hospital de Tecomán (1967); Las parroquias de Caxitlán y de Tecomán (1967); El camino real de Colima (1969); Avances para la historia de Colima (1969); Historia de la educación pública en Colima (1972); Trilogía histórica de Colima (1979); Trilogía histórica de Tecomán (1999); Cuauhtémoc, de la crónica a la historia (2002), y La muerte del Indio Alonso (2007). * Publicado en la Revista Proceso, Pedro Zamora Briseño. 26 de agosto de 2007. Claudette Beal August 31, 2018 at 08:34PM


Colima Antiguo https://ift.tt/2LJNReD 31 de Agosto de 1917. La muerte del Indio Alonso “como dijo mi tío Isaac Murguía, ¡chingue a su madre el miedo!” Ramona Murguía… COLIMA, COL- Una noche de julio de 1917, en los delirios de la fiebre, Ramona Murguía Arias, una quinceañera que estaba a punto de casarse, soñó que veía al guerrillero villista Vicente El Indio Alonso al borde de su cama invitándola a irse con él. Debido a la fama del temible hombre al que se le atribuían múltiples actos de bandolerismo en la región, la joven quien vivía con sus padres en un rancho del municipio de Zapotitlán, Jalisco amaneció preocupada y pensativa Muy pronto su premonición se hizo realidad. Dos días después, El Indio, acompañado de varios hombres, irrumpió en la casa de Ramona y se la llevó por la fuerza La muchacha sólo alcanzó a gritarle: “Pues me va a llevar, viejo desgraciado, pero sepa que con la vida me va a pagar”. Durante varios meses la joven acompañó al guerrillero en sus correrías por los cerros del norte de Colima y sur de Jalisco; con el tiempo se ganó la confianza de Alonso, quien le asignó la tarea de limpiar diariamente las armas y abastecerlo de parque durante los combates con las tropas federales El 31 de agosto de 1917, día en que cumplía 16 años de edad, se le presentó a Ramona la oportunidad de cumplir su amenaza y liberarse del hombre que la había raptado y frustrado sus planes de boda. Uno de los asistentes del Indio le dijo a Ramona que era necesario matarlo, pues cuando los soldados lo acorralaran éste no iba a permitir que ella quedara con vida La mujer le disparó a Alonso mientras estaba sentado en una piedra tomando el sol Su cómplice le cortó la cabeza y, después de varios días de camino en mula, ambos la entregaron en el palacio de gobierno de Colima La leyenda Antes de levantarse en armas acompañado de un grupo de jóvenes que no rebasaban los 18 años de edad, El Indio Alonso había pertenecido al Ejército Con el correr del tiempo su fama creció y se convirtió en el rebelde más temido de su época por parte de las fuerzas federales, ganaderos y hacendados El personaje, alrededor del cual se tejían historias fantásticas al atribuírsele la capacidad de convertirse en animal para huir del enemigo, se ha transformado en una leyenda que hasta la fecha mantiene viva su memoria. Ramona Murguía le contó a Roberto Urzúa que una ocasión, cuando acompañaba a Alonso y sus hombres rumbo a la hacienda La Herradura, se toparon de repente con las tropas federales y entonces ocurrió algo que la hizo pensar que todos ellos eran hechiceros. “Alonso hizo a su gente así para un lado del camino, hacia una organera, y les dijo que nadie se moviera, todos lo obedecían muy bien y de repente ¿sabe lo que vi?, sólo una manada de chivos a mi alrededor, unos chivotes hasta con los cuernos retorcidos; todos comiendo por aquí y por allá, y una chiva con ubrotas; ni un solo chivo chiquito Pasó el gobierno y como si nada, no nos vio Vuelvo a decirle que ese hombre no era cosa buena”. La mujer describió también el papel que ella desempeñaba durante los combates del Indio Alonso: “Cuando peleábamos afortinados, yo me sentaba por un lado de Alonso y me ponía a cargarle los rifles de repuesto; sobre una cobija extendida en el suelo se vaciaban los costalillos de parque y ahí me acomodaba yo Cuando él acababa de disparar un rifle, yo le empujaba otro cargado. “El Indio siempre peleaba a ojo, es decir, apuntando muy bien al contrario y no desviaba la mirada ni cuando agarraba la otra arma, de modo que al dársela tenía yo que ponerla al buen alcance de su mano; así quería que aprendiera Cuando no hacía bien y rápido mi trabajo, me amenazaba con matarme con el último tiro que le quedara si perdíamos el combate”. Pero esa no fue la única vez que la amenazó, pues en otra ocasión quiso matarla porque en una de sus ausencias le quemó unos libros de hechicería Con frecuencia le disparaba a los pies porque no quería cantar o por no quedarse callada Una vez en que él fue herido, la hirió también en una pierna, enojado porque desde el otro lado de la trinchera los soldados gritaron que la rescatarían como lo habían hecho con una maestra que El Indio había raptado anteriormente “Más vale llorarte entre cuatro velas que verte en manos ajenas”, le advirtió el guerrillero Un razonamiento similar había usado meses antes el propio padre de Ramona cuando enfrentó a Alonso y sus hombres mientras se llevaban a la joven “Después supe que mi papá me disparaba a mí directamente, pues decía que prefería levantarme muerta a que me llevara esa gente”, contó Ramona Murguía cuando ya era una anciana. Así, con la vida amenazada desde varios frentes y pendiendo de un hilo su existencia, la mujer buscó y encontró el momento propicio para liberarse de su captor Con frecuencia oía decir al Indio con voz tipluda: “A mí no me lo mata el gobierno; a mí me lo va a matar alguien de mi consideración” Y así fue Según el testimonio de Ramona, fue Esteban García, un auxiliar de Alonso, quien le propuso asesinarlo Le dijo que ya no tenía escapatoria, que el gobierno había puesto precio a su cabeza y de todas maneras lo iban a matar, pero antes el Indio acabaría con ella. “Aunque Esteban me lo propuso, diría Ramona muchos años después, yo siempre estuve dispuesta a matarlo, por eso acepté rápidamente Si hubiera sido mi esposo, yo aquí vivo y muero con él; pero no tenía por qué cuidarlo, ni preocuparme por él Para mí era un criminal que me había perjudicado, que me había quitado el bien que yo tenía, así que yo no podía más que odiarlo” Al día siguiente de que aceptó matarlo empezó a cargar los rifles, como era su obligación y decidió que era su oportunidad, pues Alonso estaba sentado adelante de ella contemplando la serranía. “En ese momento no sé por qué me acordé de un tío que yo tenía, muy mal hablado, hermano de mi papá; tomé el rifle que acababa de cargar, me le acerqué así como a dos metros y pensé o murmuré muy bajito: “como dijo mi tío Isaac Murguía, ¡chingue a su madre el miedo!”, y lo agarré cortito, cortito, le entró el tiro aquí por atrás y le salió por acá, por una sien; fue todo Luego no supe lo que pasó, no sé lo que sentí en las manos, algo así como un golpe frío y muy fuerte, y aventé el arma al suelo”. En los días posteriores, Ramona y dos de los hombres de Alonso realizaron un recorrido de dos días en mula para entregar la cabeza del muerto en el palacio de gobierno de Colima, donde fue exhibida varios días La joven no aceptó la recompensa que ofrecía el gobierno por la cabeza del guerrillero y, posteriormente, se fue del país ante el riesgo que corría su vida, pues algunos seguidores de Alonso pretendían vengar a su jefe. No obstante, después hubo versiones encontradas sobre la forma en que ocurrieron los hechos y algunas atribuían la muerte del guerrillero a sus propios hombres, y a la joven le concedían a lo mucho el papel de cómplice. La noticia fue publicada en la primera plana de la edición 173 del periódico Excélsior, en septiembre de 1917, donde se informó que Alonso “durante siete años fue el azote de la región”, por lo que “la muerte de este bandolero ha llenado de gozo a todos los habitantes del estado de Colima”. En el parte militar enviado al presidente Venustiano Carranza se omitió el nombre de Ramona y la muerte de Alonso fue atribuida a sus hombres Esteban García y Guadalupe Murguía A juicio de Roberto Urzúa estuvo “más que justificado el escamoteo de la noticia, pues tratándose del honor de aquel ejército, constituiría tremenda imprudencia militar propagar que aquel ‘bandido’ que ‘fue el azote por siete años de todas las rancherías de este estado’ y que no había podido ser vencido por las fuerzas federales ni por la rurales, ni siquiera ofreciendo dinero para que lo traicionaran, había sido ultimado por una jovencita”. Ramona Murguía murió soltera en Zapotitlán de Vadillo, Jalisco, el 12 de septiembre de 1986, en la misma región en la que 69 años atrás fuera raptada por el guerrillero. *Roberto Urzúa. Ha publicado, entre otras obras, El hospital de Tecomán (1967); Las parroquias de Caxitlán y de Tecomán (1967); El camino real de Colima (1969); Avances para la historia de Colima (1969); Historia de la educación pública en Colima (1972); Trilogía histórica de Colima (1979); Trilogía histórica de Tecomán (1999); Cuauhtémoc, de la crónica a la historia (2002), y La muerte del Indio Alonso (2007). * Publicado en la Revista Proceso, Pedro Zamora Briseño. 26 de agosto de 2007. Claudette Beal

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