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miércoles, 29 de agosto de 2018

Se ha colado la adultez. Un provinciano en la ciudad por Fer Montes de Oca.

Este escrito está contado por un veinteañero, aún. Puede que sean ustedes, sintiéndose identificados. O quizá sus hijos o nietos. 

En menos de un mes tendré 28, y habré cumplido exactamente un año desde que salí de Colima. Coincide también que en septiembre hay tres eventos significados para mis amigos, cada uno inmensamente diferentes: una amiga se muda a Francia, a trabajar en algo que lleva deseando desde años atrás; otro amigo comienza su doctorado, aquí en Ciudad de México, y uno más se casa, ¡SE CASA! Me ha pedido que sea el maestro de ceremonias a la hora de decir sus votos, no estoy seguro qué es exactamente lo que tengo que decir, pero seguramente debe ser algo romántico.


Son escenarios completamente distintos, de personas que fui conociendo en distintos momentos de mi vida. Todos eventualmente hemos vivido en Colima, aunque justo ahora estemos alejados. Esta mañana también me he despertado stalkeador, o sea, que he revisado detalladamente los perfiles de Facebook de ciertos excompañeros de la secundaria, sin ningún interés particular. ¿El común denominador? todos están casados. Carajo, no sé en qué momento me perdí.

La adultez pasadas los 25

Tengo tres hermanos mayores y cuando ellos tenían mi edad yo los veía grandes, maduros, como si supieran lo que harían con sus vidas. Nunca les he preguntado si así se sentían, pero esa era mi percepción. Ahora que estoy a tres pasos de los treinta me doy cuenta que, en lo particular, no tengo un rumbo fijo hacia dónde virar. Pero tampoco es algo que me cause conflicto. 

Recuerdo que acabada la facultad quería irme de Colima, pero a la vez no hice nada por hacerlo. Permanecí ahí durante 6 años, ¡6 años más! Salí de la carrera de Comunicación a los 21 y me mudé a los 27. ¿Qué hice en seis años que ni siquiera pude hacer lo que la mayoría de mi edad hizo? O sea, casarme (paréntesis: qué bueno que no lo hice). Excompañeros, los respeto y todo, pero no me digan que es la mejor decisión de sus vidas. Volviendo al tema. Me pregunto en serio qué hice en seis años. Rememorando, puedo decir que trabajé en tres lugares distintos. Tuve tres relaciones distintas, unas de años, otras de meses. Conocí increíbles personas. Pero al final terminé yéndome. 

Los últimos dos años de mi vida estuve entregado a mi trabajo. Lo disfrutaba y me gustaba ser parte importante de él. Sin embargo, llegó un momento en que a mis 26 no había muchas posibilidades de crecer. ¿O tal vez sí? El caso es que no me apasionaba ser gerente de una estación de radio a los veintitantos. Probablemente no hubieran existido muchos capítulos nuevos después de eso. Mi último año en Colima me lo pregunté muchas veces: ¿qué sigue después? Estuve entregando mis días a mi trabajo, esforzándome como nunca por un puesto al cual me hubiera gustado aspirar, pero… una vez que llegara me iba a quedar estancado, como si mi meta la hubiera cumplido demasiado pronto. 

Pregúntense: ¿donde estoy ahora puedo crecer? O es como en muchos casos que terminan enseñándote lo suficiente para hacerlo bien, pero no tanto para que no los superes. También deben pensar si una vez que llegaron a donde querían es ahí donde quisieran permanecer. Como cuando escalan una montaña y llegan a la cima. Sí, el objetivo sería buscar más montañas para escalar pero, seamos sinceros, en Colima no hay suficientes montañas para subir. 

Huir de una vez

Lo he platicado en más de una ocasión. Mi 2017 fue doloroso que he llegado a pensar que fueron esas trágicas experiencias las que me empujaron fuera. Tal vez si no las hubiera vivido ahí seguiría. 



 Huye con la idea de que “vos podés hacer todo en la vida”. Imagen: La gente anda diciendo. 

Siempre me gusta dejar en claro que este no escribo para hacer menos a nuestro hermoso estado. No. Sin embargo, creo fervientemente que a los veintes debemos salir de ahí. Conocer un poco más cruzando las fronteras, incluso yéndonos a Guadalajara. Háganlo de una vez, porque sino uno encuentra una zona de confort que se ve bastante apetecible. 

Considero, desde mi punto de vista, que los siguientes casos son los que podrían justificar su permanencia en Colima a los veintes:

  • Que hayan emprendido un negocio y tengan esa pasión por verlo crecer.

  • Que tengan un hijo y quieran estabilidad para mantenerlo y estar con él o ella.

  • Que les hayan heredado, o estén en vías de, un negocio familiar que deben continuar.

  • Que ustedes o uno de sus familiares necesite que que estén cerca (inserten aquí cualquier tema personal).

Amen tanto la naturaleza que tiene Colima que no quieran separarse de ella (lo pongo a colación porque tengo varios amigos que piensan así y los quiero y respeto).

De ahí en más no hay excusas. El dinero no debe ser un motivo para detenernos. Véanlo como una inversión. Colima necesita de personas que salgan, aprehendan y vuelvan, y creo que los veintes suenan bien para hacerlo. 

Hay todo un mundo afuera por descubrir y, lo mejor, es que siempre podremos volver a casa.





Soy Fernando. A los 27 años me mudé a la Ciudad de México con un montón de miedos que se han ido quitando conforme pasa el tiempo. Cito a Colima en casi todas mis conversaciones.
Twitter: @NandoDeOca
Instagram: @NandoDeOca