En algún lugar del universo una nube gaseosa gira alrededor de una estrella, suceso que se repite una y otra vez por el espacio sideral, y desde la Tierra estos hechos son estudiados por Silvia Torres Peimbert, investigadora emérita del Instituto de Astronomía de la UNAM.
Por esta y otras observaciones la física es reconocida a nivel mundial.
“Desde joven la ciencia me causaba curiosidad y preocupación, pero cuando fui estudiante nunca me imaginé que me dedicaría a la física”.
Durante sus años escolares se inclinó hacia las ciencias exactas, y poco a poco profundizó en el área y se desarrolló. Recuerda que debido a esto se comprometió más con la ciencia.
La especialista en las llamadas regiones HII, que son nubes de gas alrededor de estrellas masivas jóvenes, opina que su mayor reto fue enfrentarse a ella misma y contexto de sus tiempos.
En su época no estaba prohibido que las mujeres estudiarán, pero la sociedad esperaba que se dedicaran al hogar, cocinaran rico y cuidaran a los hijos. “No era una expectativa ser científica y trabajar fuera de la casa”.
Al respecto, se imagina que sus padres ya estaban más despreocupados cuando le llegó el momento de estudiar, así que tuvo completa libertad de elegir la profesión que más la hiciera feliz.
Decidió ingresar a la carrera de Física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, pero al reflexionar sobre la sociedad y lo aprendido tanto en casa como en la escuela, y no visualizarse como investigadora o una persona exitosa en esa dirección dudó un poco.
“Llegó un momento donde pensé si mi profesión era algo que realmente quería para toda mi vida o sólo era un adorno, e incluso como algo intermedio por ejemplo ser maestra”. No obstante, Torres Peimbert descubrió que amaba la investigación.
Durante su vida estudiantil conoció a su actual esposo, recuerda que primero fueron amigos y luego novios. Juntos decidieron acudir a Estados Unidos para realizar una especialidad. Intentaron ingresar al Tecnológico de California, en Los Ángeles, pero en ese entonces era una escuela de varones.
“Aunque ya habían ingresado algunas mujeres, para mí era difícil entrar. Me tocaba hacer doble examen de admisión y si no terminaba la carrera no me darían comprobante, sólo si finalizaba exitosamente”.
Dicha situación nos llevó por otro camino y así llegamos felizmente a la Universidad de California en Berkeley. Ahí tenían disciplinas humanistas y artísticas. La experiencia se volvió más rica e interesante, rememora con una sonrisa.
Al regresar a México, fue muy afortunada porque el Instituto de Astronomía le abrió las puertas y la becó. Pero en ese momento una de sus preocupaciones era que la vieran como una investigadora independiente y no un apéndice de su esposo, aunque nunca le faltaron al respeto.
Hoy es una de las astrónomas mexicanas de mayor prestigio y reconocimiento a nivel mundial, además de ser presidenta de la Unión Astronómica Internacional, organización que agrupa a casi 12 mil 500 miembros de 90 países.
En su matrimonio de más de 50 años tuvo dos hijos. Evoca que llevar su profesión y ser madre fue difícil, pero también era joven y esto le permitió sortear las dificultades. “En esa época uno se puede tomar el mundo en un vaso de agua”.
Narra que ingresó a sus hijos a la guardería, un hecho no tan bien visto por su familia, ya que estos servicios eran nuevos en aquel entonces. Pero finalmente logró llevar su carrera y su familia exitosamente.
Más tarde, su hijo siguió sus pasos y se convirtió en astrónomo, en cambio su hija es bioquímica. Ambos tomaron la decisión de estudiar su profesión por ellos mismos, pero como menciona Torres Peimbert siempre tuvieron estímulos de la ciencia a su alrededor.
Finalmente, la universitaria enfatiza que ama la ciencia porque le brinda un estímulo diario y le encanta la astronomía porque piensa que está viva. “Todos los días encuentro retos inesperados y es muy emocionante, verlos, escucharlos y conocerlos”.