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miércoles, 11 de abril de 2018

Un provinciano en la ciudad. Por Fernando Montes de Oca.



Llegué a la Ciudad de México el domingo 1 de octubre de 2017, exactamente 12 días del sismo que lo cambió todo. Un buen amigo fue a recogerme a la terminal de autobuses. Para mí, septiembre, y la mayoría de los meses pasados de ese año, habían sido catastróficos. Quería alejarme un poco de Colima y esta propuesta de trabajo llegó como mandada por quien sabe quién. 

Jamás me imaginé mudándome al extinto DF. Mi plan original para 2018 sería viajar a una escuela de creativos publicitarios en Uruguay, (¿por qué hasta allá?, no tengo idea). También quería encontrar trabajo en Guadalajara pero mi bandeja de correo solo se llenó de correos enviados con mi curriculum adjunto y ni una sola respuesta. Pensé que a ninguna empresa le interesaba un perfil de comunicólogo formado en Colima. Esperaba equivocarme. 

El miércoles 13 de septiembre, mi amigo, el mismo que fue por mí a la terminal, me preguntó sobre la posibilidad de competir por un puesto en la empresa que actualmente trabajo. Un día después me estaban enviando el examen. Los tres días posteriores fueron trágicos, personalmente hablando. En resumidas cuentas, me pidieron que hiciera una entrevista virtual el martes 19 de septiembre, dos horas antes del sismo de las 13:14 horas. 

Obtuve el puesto. Me mudé a la Ciudad de México en medio de un clima post-caos, con edificios a medio derrumbar, personas durmiendo en carpas y con un sinfín de conversaciones sobre esa catastrófica tarde. Para entonces no tenía idea de cómo sonaba una alerta sísmica (lo descubriría meses después), tampoco sabía cómo era vivir en un edificio de varios pisos. Mi hermano, quien trabaja en protección civil, fue enérgico al darme su recomendación de qué hacer en caso de un terremoto: “si la distancia para salir del edificio es mayor que para llegar al piso más alto, debes subir en vez de bajar”. Pensarlo es sencillo, ponerlo en práctica es lo cabrón (nuevamente lo descubriría meses después). 






Pie de foto: Mi casa es la penúltima ventana de lado izquierdo. 

Paréntesis de la primera noche: dos personas a las que jamás había visto me ofrecieron quedarme en su departamento hasta que encontrara un lugar donde vivir. Paola y Mayra ni siquiera se encontraban en la Ciudad cuando yo llegué. Por alguna razón abrí la llave del pequeño lavadero, que está en el interior, justo a un lado de la estufa. Nadie me dijo que no funcionaba. La presión del agua era tal que pronto la cocina estaba inundada, me era imposible cerrarla porque la llave estaba corrida. Eran las 11 de la noche, no conocía a un fontanero y mi amigo estaba a kilómetros de distancia. Logré detener la salida de agua poniendo una taparrosca entre la llave y el tubo. La salida de agua se detuvo. De más está decir que esa noche no pude dormir, el hecho de pensar que mi mexicanada dejaría de funcionar y que el departamento podría inundarse no me dejó descansar. Fue la primera prueba que tuve que superar, a horas de haber llegado.

Así terminé en esta enorme Ciudad. Uno se quita el miedo cuando siente algo más grande (y real) y destroza nuestra “idea de miedo”. No lleguemos a ese extremo. Dejemos de pensar tanto las cosas, si queremos salir de Colima, hagámoslo ya. Si queremos quedarnos, también es válido, mientras disfrutemos lo que estamos haciendo. Eso sí, al “cruzar la frontera”, nos convertimos en embajadores de nuestra tierra, así que será nuestra responsabilidad presumir (y no olvidar) de dónde venimos. Estoy convencido de que a Colima le falta mucho por crecer y que uno debe salir, aprehender, y volver para contribuir al crecimiento. Esa es mi idea. Veámonos cuánto me dura el aprendizaje. 

En este espacio quiero platicarles sobre cómo es vivir en una de las ciudades más grandes de Latinoamérica. Un provinciano que ama Colima, pero que también entiende que las posibilidades de crecimiento laboral se vuelven limitadas en un lugar tan pequeño. Léanme si quieren conocer más sobre las diferencias al vivir en la capital del país. Se los juro que todos los días aprendo algo nuevo. También pueden seguir mi blog colaborativo y pronvinciano: lavidaencdmx.tumblr.com








Perfil:
Soy Fernando. A los 27 años me mudé a la Ciudad de México con un montón de miedos que se han ido quitando conforme pasa el tiempo. Cito a Colima en casi todas mis conversaciones.