A medida que la humanidad crece, los recursos disminuyen y caminamos al colapso: “se nos viene un abismo energético”, dijo en la UNAM Edgar Ocampo Téllez, consultor, analista y especialista en temas de energía.
Decir que las fuentes renovables de energía son inagotables, infinitas, es un paradigma falso; tienen limitantes técnicas y físicas, además de problemas de intermitencia, expuso en el auditorio del Jardín Botánico del Instituto de Biología (IB).
Al dictar la conferencia “Desafíos de un modelo energético sostenible: México 2050”, el experto resaltó que dejar de usar los combustibles fósiles es una necesidad urgente, no sólo para detener las emisiones de dióxido de carbono, el calentamiento global y su impacto en el ambiente, sino porque se están agotando.
Pareciera que para lograrlo sólo se tendrían que utilizar energías renovables, pero ese giro en el consumo energético es muy complicado, porque estamos esclavizados a los combustibles fósiles.
Ocampo Téllez recordó que en los últimos ocho mil años la humanidad estuvo conformada por menos de 300 millones de habitantes, pero hoy somos siete mil millones. El momento de inflexión del crecimiento poblacional coincide con el inicio de la explotación de los combustibles fósiles, en particular el carbón y el petróleo.
En el pasado, el consumo energético diario en las viviendas era de 1.5 kilowatts hora, luego de cuatro y ocho, y en la actualidad puede alcanzar los 30. “Nosotros jugábamos con corcholatas y pelotas, pero hoy los niños desde temprana edad tienen teléfonos inteligentes y tabletas, y viven conectados a una computadora o a la pantalla plana”.
En 1817 había mil millones de habitantes; para 2050 serán nueve mil 500 millones. Hace 200 años la humanidad consumía básicamente madera, después comenzó a utilizar carbón, petróleo, gas, energía nuclear, hidráulica y renovable. “En cada transición, un nuevo tipo de energía no sustituye a la anterior, y las renovables no suplirán a los combustibles fósiles, sólo se agregan nuevos tipos para satisfacer las crecientes necesidades”.
El especialista reiteró que el aumento exponencial del gasto de energía es muy reciente: después de la Segunda Guerra Mundial consumíamos dos mil millones de toneladas de energéticos, y ahora lo hemos multiplicado por siete, a 14 mil millones de toneladas.
Hemos agotado el 43 por ciento del petróleo del mundo: cada día se utilizan 90 millones barriles, 33 mil millones al año; se trata del principal recurso energético, con 38 por ciento del total. 22 por ciento es carbón y 21 por ciento gas. Es decir, 80 por ciento de los combustibles son fósiles y es un reto muy difícil llevar a las energías solar y eólica a esas proporciones.
Si conectamos el motor de 420 caballos de fuerza (320 mil watts) de un vehículo a un generador “podemos levantar la electricidad de 150 casas; el problema está en los autos –mil 200 millones en el planeta–, no en cambiar los focos en los hogares”, opinó.
Alemania, en el 2000, se propuso ser “verde” para 2020, con el 18 por ciento de su consumo de energía primaria renovable; no obstante, apenas va en el 13 por ciento; el 87 por ciento restante es fósil. “La energía eólica sólo representa el 2.8 por ciento y ya se ‘tapizó’ el territorio con 29 mil turbinas”.
Otro factor que agrava la explotación de los recursos fósiles y renovables son las condiciones de dispersión geográfica y alta concentración de los mismos; la distribución no es homogénea. Por ejemplo, 14 países de 200, entre ellos Venezuela, Arabia Saudita e Irán, tienen prácticamente todo el petróleo del planeta; mientras que en México la capacidad eólica se concentra en el Istmo de Tehuantepec, Tamaulipas y las costas de Yucatán.
Ocampo Téllez mencionó que el potencial renovable de nuestro territorio es de 44 terawatts de energía hidráulica, 87 de eólica, 200 de solar y 52 de geotérmica; en total, 400 terawatts hora anuales; pero nos faltarían 600 más. “Ése es el predicamento en el que se encuentra el modelo energético mexicano, y no es de fácil solución”.
Se requiere un inventario del potencial de los recursos energéticos fósiles y renovables para adaptar la demanda de energía a su disponibilidad.
Sugirió reducir el tamaño de los vehículos: que no pesen más de 800 kilos y el motor no exceda los 80 caballos de fuerza. Además, sustituir el consumo de gas en las viviendas con calentadores termosolares. Otra medida positiva podría ser vivir más cerca de los trabajos.
El “descrecimiento”, que propone la reutilización de los objetos, repararlos y seguirlos usando como una estrategia más inteligente que el reciclado, sería una de las soluciones, concluyó.
Fuente: UNAM