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jueves, 5 de julio de 2018

Este mundo pequeñito. En el año de 1928, José Brun Schmidth, miembro de estimable y conocida familia residente en esta ciudad, era un joven estudiante de medicina, en el Instituto Pasteur de la capital de Francia. Cada año regresaba a esta su tierra a pasar vacaciones de Navidad al lado de sus padres y hermanos. Las vacaciones de fin de año de ese 1928, el joven Brun no vino a Colima, fue invitado por unos familiares a Marsella, ese viejo puerto de altura, situado al sur de Francia, y que fue en sus buenos tiempos, uno de los más grandes e importantes de Europa. Una brumosa mañana de domingo, Pepe Brun se paseaba por el muelle; solitario, pensativo y nostálgico. De pronto vio atracado un enorme barco pesquero. En la proa del mismo, un marinero de rudo aspecto fumaba tranquilamente. Era el capitán de la nave que tenía el nombre de “COLIMA”. Al joven estudiante le dio un vuelco el corazón, se acercó al pesquero y se identificó con el capitán como colimote de hueso colorado. Su perfecto francés, su piel blanca y sus ojos azules, no lo ubicaban precisamente como mexicano, por lo que el capitán le dijo: “Muchacho, tú no sabes siquiera en dónde queda esa ciudad”. Pero el joven Brun insistió y comenzó a hablar sobre Colima y su puerto de Manzanillo en perfecto español. Convencido y entusiasmado, el viejo capitán le platicó el motivo por el cual bautizó así a su barco. Diez años atrás, venía de un larguísimo viaje del Japón en un barco petrolero. Tenían más de tres meses navegando, y estaban ansiosos por pisar tierra. Las provisiones escaseaban y había mucha inquietud entre la tripulación. Una mañana al acercarse a las costas mexicanas, lo primero que vieron desde muchas millas de distancia, fue la figura majestuosa, altiva y bellísima de los volcanes de Colima. Y en honor a ese inolvidable espectáculo y largamente esperado momento, bautizó a su barco con el nombre de nuestro Estado. Y aquel amanecer de un mes de diciembre de 1928, Pepe Brun Schmidt y su nuevo amigo, un rudo, curtido y romántico capitán, levantaron una copa de coñac y brindaron por la patria lejana y por un Colima distante, hospitalario y bello. *Luces de mi Ciudad. Relatos. Hilario Cárdenas Jimenez. Claudette Beal July 05, 2018 at 04:41PM


Colima Antiguo https://ift.tt/2KRVgc6 Este mundo pequeñito. En el año de 1928, José Brun Schmidth, miembro de estimable y conocida familia residente en esta ciudad, era un joven estudiante de medicina, en el Instituto Pasteur de la capital de Francia. Cada año regresaba a esta su tierra a pasar vacaciones de Navidad al lado de sus padres y hermanos. Las vacaciones de fin de año de ese 1928, el joven Brun no vino a Colima, fue invitado por unos familiares a Marsella, ese viejo puerto de altura, situado al sur de Francia, y que fue en sus buenos tiempos, uno de los más grandes e importantes de Europa. Una brumosa mañana de domingo, Pepe Brun se paseaba por el muelle; solitario, pensativo y nostálgico. De pronto vio atracado un enorme barco pesquero. En la proa del mismo, un marinero de rudo aspecto fumaba tranquilamente. Era el capitán de la nave que tenía el nombre de “COLIMA”. Al joven estudiante le dio un vuelco el corazón, se acercó al pesquero y se identificó con el capitán como colimote de hueso colorado. Su perfecto francés, su piel blanca y sus ojos azules, no lo ubicaban precisamente como mexicano, por lo que el capitán le dijo: “Muchacho, tú no sabes siquiera en dónde queda esa ciudad”. Pero el joven Brun insistió y comenzó a hablar sobre Colima y su puerto de Manzanillo en perfecto español. Convencido y entusiasmado, el viejo capitán le platicó el motivo por el cual bautizó así a su barco. Diez años atrás, venía de un larguísimo viaje del Japón en un barco petrolero. Tenían más de tres meses navegando, y estaban ansiosos por pisar tierra. Las provisiones escaseaban y había mucha inquietud entre la tripulación. Una mañana al acercarse a las costas mexicanas, lo primero que vieron desde muchas millas de distancia, fue la figura majestuosa, altiva y bellísima de los volcanes de Colima. Y en honor a ese inolvidable espectáculo y largamente esperado momento, bautizó a su barco con el nombre de nuestro Estado. Y aquel amanecer de un mes de diciembre de 1928, Pepe Brun Schmidt y su nuevo amigo, un rudo, curtido y romántico capitán, levantaron una copa de coñac y brindaron por la patria lejana y por un Colima distante, hospitalario y bello. *Luces de mi Ciudad. Relatos. Hilario Cárdenas Jimenez. Claudette Beal

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