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miércoles, 3 de octubre de 2018

El buen sabor de boca de las decisiones correctas. Un provinciano en la ciudad por Fer Montes de Oca.

Cumplo 365 días en el DF. Me he acostumbrado a usar elevadores todos los días y vivir atento a una posible alerta sísmica. A despertarme con una grabación en loop que dice que se compran colchones, tambores, refrigeradores, lavadoras o algo de fierro viejo que venda. A las largas distancias y los tráficos pesados, y a guardar moneditas para recargar la tarjeta del Metro. Aquí el frío sí es frío, pero el calor no es calor. Aquí el servicio de transporte sí conecta con muchos puntos de la ciudad, además de que es mucho más barato. Aquí casi todo puede hacerse a través de una aplicación, desde pedir el súper, hasta tener citas con personas que no conoces. Hay parquímetros, estacionamientos GIGANTES en los centros comerciales y muchos valet parking. En esta ciudad se piden las quesadillas con queso y los esquites con mayonesa. Se gasta $90 pesos por una Colimita y se viaja mucho para llegar a la playa. 

 



Una mañana en CDMX.


 

También: las personas son muy amables y te cuidan. Y las calles se llenan de vida en cada fecha festiva y con cada manifestación. El DF es el lugar donde todo pasa, y eso emociona. En el pasado aseguraba que yo no podía mudarme a una ciudad tan grande. Me daba pavor. He aprendido a que debo quitarme de la cabeza el decir que algo no me gusta sin siquiera probarlo. 

 

Mejor, como en la improvisación: “sí y qué más”.

 

Hace un año me tumbé el rollo del miedo a lo desconocido y me dejé llevar, como cuando avientas una hojita en un riachuelo y parece que hacen match perfecto, casi como algo natural, fotográfico. 

 


Quítate el miedo: los amigos viajan kilómetros para reencontrarse.

 

Me atreví a conocer las calles y a andar seguro entre ellas. A descubrir talentos ocultos y magnificarlos. A sentirme parte de un lugar que ya tiene muchos invitados. 

 

“¿Quieres ir a comer con nosotros?”, me mensajeraron en febrero los que ahora son buenos amigos. Era un sábado, en clase. Una invitación se convirtió en una rutina, de las buenas. Y como decimos en Colima “de aquí pa’l real”. Eventualmente esa conexión me llevaría a (re)encontrarme con alguien que se convertiría en una de mis personas favoritas.

 


Quítate el miedo: nuevos amigos están esperándote. 

 

Todo esto pasó en CDMX. En un año. Y lo que viene espero que siga siendo igual de bueno. Pero que todo llegue cuando deba llegar. Sin prisa, que estoy disfrutando el momento.

 


Quítate el miedo: lo bueno de antes y lo bueno de ahora puede mezclarse para crear grandes momentos.

 

Aquel día, cuando me tumbé el miedo, decidí dejar de pensar y comenzar a disfrutar de lo nuevo. Concentrándome sólo en lo inmediato, por ejemplo: ¿el camión se anunciaría como MÉXICO DF?

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