Por Irene Mejía O.
¿De dónde surge el nombre? ¿De "cachar", que quiere decir atrapar, parar, agarrar algo que cae? Así parece, aunque etimológicamente proviene del nahuatl acachiquihuitl, que quiere decir "canasto de caña", en versión del célebre Padre Angel María Garibay, nahuatlata incomparable.
Desde centurias atrás, a través de ya siglos, los rancheros llamamos "acachales" a las trampas con que se atrapa a los chacales en las corrientes de agua. Los chacales son esos langostinos que viven en los ríos y arroyos y que son la delicia culinaria
Los acachales pueden ser tejidos con varas de jara, de bejuco o de otatillo, incluso de caña silvestre, siempre amarrados con redondeles del mismo material y sujetos con alambre o con el mismo bejuco.
"¡¡A los acachales!!", gritábamos en el arroyo cuando veíamos que se sacudía la canasta, señal de abundante pesca en tiempo de lluvias.
Antiquísima tradición colimota, el acachal no podía faltar en Manzanillo, siendo en el viejo pueblo de Camotlán de Miraflores donde se le confecciona con mucho primor. Uno de sus dedicados tejedores es Alejandro Campos, vecino de aquella localidad, donde al paso tomé estas fotos este mediodía.
Yo, que soy tan palabrero, le pregunté a Alejandro cuánto cuestan sus artesanías -porque lo son, más allá de su función como arte de pesca-, contestándome que "nomás doscientos pesos", precio que me pareció asequible, es decir bajo, para el esfuerzo que implica reunir la materia prima y armarlos.
Recuerdos de mi infancia, los acachales me traen también a la mente. Muy bonitos recuerdos
Publicado originalmente en Colima Antiguo el 12 de noviembre de 2020
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