Albergaron en ciento quince años a unos 45 000 reos
Por Francisco Flores Soria en Meridiano.Mx
En 1525, el expedicionario español Francisco Cortés de Sanbuenaventura, sobrino de Hernán el conquistador, las avistó desde la costa del hoy Nayarit; meses después, entre 1526 y 1527, dos de sus subalternos le propusieron explorar las entonces nombradas como islas Magdalenas y no aceptó.
Damas catolicas desembarcando en penal de Islas Marias, 14 05 1929" FOTO: Mayna Alcaraz |
El tío, quien lo había nombrado Gobernador de Colima y lo comisionó para explorar aquellas desconocidas tierras norteñas, sí se interesó en el archipiélago de la Mar Pacífico y hasta preparó un bergantín para que los tripulantes tomaran posesión de ellas en su nombre y así aumentara sus ya extensos dominios.
Pero entonces (1531-1532), Hernán Cortés ya tenía la competencia de un enemigo jurado: Nuño Beltrán de Guzmán, el que a sangre y fuego ya había fundado la Nueva Galicia, con asiento en el antiguo pueblo indígena de Tepique, y quiso para sí las islas, a las cuales denominó primero como de la Concepción, y ya que su subordinado Pedro de Guzmán las recorrió de marzo a abril de 1532, les dio el nombre de Isla de Ramos e Isla de Nuestra Señora.
Las autoridades virreinales de la Nueva España nunca resolvieron la disputa entre Hernán Cortés y Nuño de Beltrán. En tiempos posteriores de la Colonia, la documentación sobre las islas es escasa, lo cual hace pensar que permanecieron en el abandono y quizá solo fueron utilizadas como referencia de mercantes navieros o como punto estratégico para la piratería.
En febrero de 1779, Juan Pantoja y Arriaga explora, describe y dibuja la ubicación geográfica y la orografía, incluyendo los relieves montañosos, de las islas María Madre, María Magdalena y María Cleofas, así como del islote San Juanito. Se trata de 244.7 kilómetros cuadrados, equivalentes a tres cuartas partes de Tuxpan, el municipio menos extenso de Nayarit, o a cinco veces la zona metropolitana de Tepic.
Sobre el archipiélago en los primeros años del siglo XIX, Juan Federico Párkinson, en su compendio de Geografía Física Política, Económica e Historia del Estado de Nayarit, afirmó que “permanecieron inhabilitadas y nada definitivo se conocía ni se publicaba acerca de sus producciones, pero por tradiciones entre los viejos vecinos del puerto de San Blas, se sabe que los primeros habitantes que pisaron estas islas, fueron unos bandidos que se refugiaron allí por encontrarse enteramente aislados y exentos de toda persecución”.
Interés de contar ahí con un presidio
Para mediados del siglo XIX, nuevamente las islas figuran en el escenario político por solicitudes de arrendamiento y la concesión de su territorio a funcionarios distinguidos por el Supremo Gobierno, interesado en contar con un presidio en aquel lugar.
Por ello, el 2 de mayo de 1862 el presidente Benito Juárez ordena que se hagan todos los trámites de ley necesarios para entregarlas en propiedad al general José López Uruaga, quien propuso que los pensionados militares fueran los encargados del orden en la colonia penal y, una vez que existiera una base de moralidad sustentada en el trabajo, se recibieran presos para regresarlos a la sociedad rehabilitados.
Juárez no vería cristalizado el proyecto, ni el emperador Maximiliano de Habsburgo, quien en abril de 1866 ordena un viaje de inspección a las Islas Marías para que se proponga en cuál de las tres se podría establecer la prisión de deportados e hiciera un presupuesto de la obra. Dos meses después, el ingeniero Kasperorvietz informa que la mejor para establecer la prisión es la Isla Madre (la mayor), y en lo que se refiere a los terrenos para la construcción, podrían ser en la bahía de Balleto, donde se encontraba un pequeño poblado con veinticinco familias, según datos del inglés Párkinson. Cabe señalar que la autoridad imperial no reconoció el derecho de propiedad del general Uruaga.
Vencido el Imperio y restablecido el orden constitucional, el Gobierno juarista, con base en la Ley de Amnistía de octubre de 1870, acordó la devolución de las Islas Marías al mencionado militar, quien casi diez años después las vendió al señor Manuel Carpena en cuarenta y cinco mil pesos del águila en Tepic, ante el escribano público José Perfecto Morín.
La compra definitiva del archipiélago
El Supremo Gobierno retoma en 1902 el proyecto de instalar la prisión, cuando Porfirio Díaz decretó que se instaurara para los delincuentes la pena de relegación en las Islas Marías. En 1905, la autoridad federal las adquiere de Gila Azcona, endeudada viuda de Carpena, en ciento cincuenta mil pesos.
La Colonia Penal de las Islas Marías se creó mediante decreto presidencial publicado el 12 de mayo de 1905, con el propósito de aislar de la sociedad a los sentenciados más peligrosos.
Como parte del proceso de compra-venta a la señora Gila Azcona, en junio del mismo año el entonces Jefe Político del Territorio de Tepic, general Mariano Ruiz, fue comisionado para trasladarse al archipiélago y estuvo a punto de morir en el naufragio a causa del mal estado de la embarcación rentada en Mazatlán, Sinaloa.
Tras un segundo intento, el Jefe Político pudo tomar posesión de las islas como uno de los representantes del Gobierno porfirista, en acto protocolario celebrado el 8 de julio de 1905, a las diez de la mañana; de esta manera inició la edificación del nuevo sistema carcelario en México.
Llegan las primeras cuerdas de reos
El 16 de marzo de 1907, la colonia penal Islas Marías recibió las primeras cuerdas de reos, denominados “colonos”, quienes ayudaron a concluir la construcción de espacios habitables y laborales tanto para ellos como para los administradores del centro penitenciario. Los colonos fueron distribuidos en varios campamentos y vivían en semilibertad.
Así iniciaron ciento quince años de negra historia de la colonia penal a donde no solo fueron remitidos reos peligrosos, sino también presos políticos, uno de los cuales fue José Revueltas, quien a propósito de su permanencia ahí en dos periodos de los años treinta del siglo pasado escribió Los muros de agua.
No solo obras literarias y películas, sino además publicaciones periodísticas ofrecieron detalles de la vida de los reos en la “tumba del Pacífico” o “Alcatraz mexicana”, donde a partir de 1939 el Gobierno federal permitió la presencia de familiares de los colonos, quienes en cierto momento sumaron tres millares, junto a personal administrativo, docentes, médicos y psicólogos.
Una de esas publicaciones, fechada en abril de 2022, es de Meridiano de Nayarit: “Gallina no estuvo presente. En aquella cárcel cruel unos huían por mar, otros hacia adentro, se internaban en la sierra”; el autor es Jorge Enrique González, quien estuvo en las Islas Marías como prestador de servicio social de Psicología por la UNAM.
Los medios difundieron también la fuga de reos hacia el continente y su recaptura, así como los motines ahí registrados, el último de los cuales, con víctimas mortales, tuvo lugar en 2013.
Termina la negra historia
La historia negra terminó hace tres años, cuando por decreto presidencial cambió el estatuto de las islas, que territorialmente pertenecen a Nayarit pero cuya jurisdicción es federal y, más concretamente, asignada a la Secretaría de Marina.
En total, el tiempo que la isla Madre funcionó como prisión albergó a unos 45 000 reos. El 8 de marzo de 2019, los últimos 624 salieron en un operativo que duró un día y medio.
Su actual condición de atractivo turístico es favorecida por sus riquezas naturales: ya en 2000 el conjunto de islas fue nombrado Área Natural Protegida como Reserva de la Biósfera y en 2005 fue enlistado por la Unesco cómo Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Esperemos que en el nombre del bello destino pronto no quede mácula por sus ciento quince años de fungir como colonia penal.
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