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domingo, 1 de julio de 2018

“Por aquí pasó el Padre De La Mora, tan recio que nomás le volaba la sotana” Este mote, convertido en leyenda, fue bien ganado, pues por mucho tiempo, el padre Elías se convirtió en un autentico dolor de cabeza para los agentes de tránsito ya que, con mucha frecuencia, se les veía persiguiéndolo por las calles de Colima y entonces si ¡sálvese quien pueda! La hora era lo de menos pues podía suceder a las doce día, a las seis de la tarde o a la una de la mañana; no había separación. En estos trances todas las reglas de tránsito quedaban nulas; lo más importante era “darle alcance al Padre Elías”, y lo mismo se les veía corretearlo en sentido contrario que pasarse los altos. En todas las ocasiones el padre se les escurría hasta que… un día que, como otro cualquiera, circulaba yo, por la calle Zaragoza montado en mi bicicleta y dispuesto a cumplir con mi “non grata” tarea de cobrador de Radiolandia, me topé, de pies a boca, con una escena que francamente me sorprendió: tres agentes de tránsito tenían copado al padre Elías, a la altura de la calle 27 de Septiembre. Llegué al lugar en el momento en que uno de los agentes le recogía la licencia al tiempo que le decía. “Padre, desde ahora no podrá manejar”. Cuando los policías se fueron, el padre sacó, de atrás del asiento, una lata con gasolina, la vació en el tanque, cebó el carburador al tiempo que, dirigiéndose a los espectadores decía: “lo que no saben ellos es que yo manejo mejor sin licencia”. Arrancó la camioneta y salió disparado rumbo al templo de La Sangre de Cristo. Después de esto, frecuentemente se le veía “runfar” por las calles de la Ciudad de Colima, tan recio que nomás le volaba la sotana. *La Sotana Voladora. Carlos García Ochoa. (fragmento). Claudette Beal. July 01, 2018 at 10:32AM


Colima Antiguo https://ift.tt/2MC2Bgg “Por aquí pasó el Padre De La Mora, tan recio que nomás le volaba la sotana” Este mote, convertido en leyenda, fue bien ganado, pues por mucho tiempo, el padre Elías se convirtió en un autentico dolor de cabeza para los agentes de tránsito ya que, con mucha frecuencia, se les veía persiguiéndolo por las calles de Colima y entonces si ¡sálvese quien pueda! La hora era lo de menos pues podía suceder a las doce día, a las seis de la tarde o a la una de la mañana; no había separación. En estos trances todas las reglas de tránsito quedaban nulas; lo más importante era “darle alcance al Padre Elías”, y lo mismo se les veía corretearlo en sentido contrario que pasarse los altos. En todas las ocasiones el padre se les escurría hasta que… un día que, como otro cualquiera, circulaba yo, por la calle Zaragoza montado en mi bicicleta y dispuesto a cumplir con mi “non grata” tarea de cobrador de Radiolandia, me topé, de pies a boca, con una escena que francamente me sorprendió: tres agentes de tránsito tenían copado al padre Elías, a la altura de la calle 27 de Septiembre. Llegué al lugar en el momento en que uno de los agentes le recogía la licencia al tiempo que le decía. “Padre, desde ahora no podrá manejar”. Cuando los policías se fueron, el padre sacó, de atrás del asiento, una lata con gasolina, la vació en el tanque, cebó el carburador al tiempo que, dirigiéndose a los espectadores decía: “lo que no saben ellos es que yo manejo mejor sin licencia”. Arrancó la camioneta y salió disparado rumbo al templo de La Sangre de Cristo. Después de esto, frecuentemente se le veía “runfar” por las calles de la Ciudad de Colima, tan recio que nomás le volaba la sotana. *La Sotana Voladora. Carlos García Ochoa. (fragmento). Claudette Beal.

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