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Universidad de Colima

jueves, 13 de diciembre de 2018

Esta es su casa. Un provinciano en la ciudad por @nandodeoca

Esta es su casa


Recuerdo que de chiquito tenía muy presente las obras de Alejandro Rangel Hidalgo, aunque en ese momento no sabía quién era. Veía sus pinturas en cuadros, cabeceras y hasta equipales. El más memorable, por lo menos para mí, es uno que muestra a dos aves de color rojo mirándose de frente. Están sobre un nido que tiene dos huevos y abajo tiene una leyenda que dice “esta es su casa”. 



 Esta es su casa, Alejandro Rangel Hidalgo.

 

Viví la mayor parte de mi infancia en casa de mamá Celia. Una casona en la colonia San Isidro, en Villa de Álvarez. Era un lugar enorme y durante mucho tiempo solo estábamos ella, un tío y yo. Mi abuela era muy reservada con sus espacios, recuerdo muy bien que no dejaba que ninguno de mis amigos (casi todos vecinos) entrara a jugar. Era preferible que yo fuera a donde ellos.

 

Eventualmente me mudaría con mi mamá; luego con mis hermanos; luego otra vez con mi mamá, y así casi toda la adolescencia. Digamos entonces que nunca tuve un espacio fijo para vivir. En 2013, recién cumplidos mis 23 años, me mudé con Isis, que eventualmente se convertiría en mi mejor amiga, al 427 de la calle Juan Rulfo. Vivimos juntos casi 4 años hasta que el destino decidió arrojarnos fuera de Colima, a ella a Guadalajara; a mí a la Ciudad de México.

 

Como les he contado antes, recién llegué al DF dormí un mes y medio en un sofa-cama de la sala del departamento en el que estoy actualmente. Paola y Mayra eran roomies que amablemente me dieron alojamiento. Al final terminé ocupando una de las dos habitaciones del lugar.

 

¿A dónde quiero llegar? Este es mi punto: me encanta tener un espacio para finalmente poder decir: “pásele, esta es su casa”, como en la obra de Rangel. Me gusta pensar que mi cuarto, aquí en la Ciudad de México, está disponible para los amigos y familiares que quieran venir. Y así ha sido, sino pregúntenle a Mayra, mi compañera de departamento, a cuántos de mis amigos le ha tocado conocer. 

 

Sí, respeto la opinión que tenía mi abuela de no permitir que muchas personas entraran a su casa, pero es bonito saber que puedes contar con alguien que puede darte un techo para descansar (y ni hablar del ahorro). En 2015 Isis y yo tuvimos la oportunidad de viajar a Nueva York. Sabíamos que era el momento porque nuestra amiga Peku vivía allá y podía darnos alojamiento. La que nos ahorramos, en serio. 

 

Tampoco les digo que les abran la puerta a desconocidos. Pero si quieren, pueden hacer negocio. Cada vez más mexicanos deciden rentar sus habitaciones a través de Airbnb, la aplicación que permite el alojamiento comunitario. Tan solo en el primer semestre de 2018, la comunidad de anfitriones y viajeros generó una actividad económica en el país de 26 mil millones de pesos. Aunque ojo, no todo es miel sobre hojuelas en este tipo de prácticas.

 

Yo no he llegado a tanto, pero mientras tenga la posibilidad, mi casa siempre estará disponible para mis cercanos.

 

Les ha tocado hospedar a alguien, ¿cómo fue su experiencia? Pueden escribirme a fermontesdeocag@gmail.com

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